Con ocasión de su visita a la ciudad de Turín para venerar la Sábana Santa, Benedicto XVI participó de un encuentro en la Plaza San Carlos con los jóvenes de la arquidiócesis de Turín y de las diócesis vecinas. Después de la presentación del cardenal Severino Poletto, arzobispo de Turín y del saludo de dos jóvenes, el Papa dirigió a los presentes un discurso.
Recordando que hace 25 años Juan Pablo II dedicó a los jóvenes una carta centrada en el encuentro de Jesús con el joven rico, que le pregunta qué debe hacer para alcanzar la vida eterna, Benedicto XVI dijo: "Hoy no es fácil hablar de vida eterna ni de realidades eternas porque la mentalidad de nuestra época nos dice que no hay nada definitivo: todo cambia y con gran velocidad. Cambiar se ha vuelto en muchos casos la contraseña y de este modo también ustedes, jóvenes, se sienten llevados a pensar a menudo que es imposible tomar decisiones definitivas que los comprometan para toda la vida".
Pero, se preguntó el Papa, "¿es verdad que para ser felices nos tenemos que contentar con pequeñas alegrías fugaces y momentáneas que, una vez pasadas, dejan amargura en el corazón? Queridos jóvenes, esta no es la verdadera libertad, la felicidad no se alcanza así. Cada uno de nosotros está creado no para tomar decisiones provisionales y revocables, sino definitivas e irrevocables que den pleno sentido a la existencia. Lo vemos en nuestra vida: querríamos que cada experiencia bella, que nos colma de felicidad, no acabase jamás. Dios nos creó teniendo en cuenta el "para siempre" y puso en nuestro corazón la semilla de una vida que realice algo bueno y grande".
"En el diálogo con el joven que poseía muchas riquezas, Jesús indica cual es la riqueza más grande de la vida: el amor; amar a Dios y a los demás con todo nuestro ser. No hay nada más grande para el ser humano, que es mortal y limitado, que participar en la vida de amor de Dios. Hoy vivimos en un contexto cultural que no favorece las relaciones humanas profundas y desinteresadas; al contrario, lleva a menudo al individualismo, a encerrarse en uno mismo. Pero el corazón de los jóvenes es, por naturaleza, sensible al amor verdadero. Por eso me dirijo a ustedes con gran confianza y les digo: ¡No es fácil convertir la vida en algo hermoso y grande, cuesta trabajo, pero con Cristo todo es posible!".
Recordando que hace 25 años Juan Pablo II dedicó a los jóvenes una carta centrada en el encuentro de Jesús con el joven rico, que le pregunta qué debe hacer para alcanzar la vida eterna, Benedicto XVI dijo: "Hoy no es fácil hablar de vida eterna ni de realidades eternas porque la mentalidad de nuestra época nos dice que no hay nada definitivo: todo cambia y con gran velocidad. Cambiar se ha vuelto en muchos casos la contraseña y de este modo también ustedes, jóvenes, se sienten llevados a pensar a menudo que es imposible tomar decisiones definitivas que los comprometan para toda la vida".
Pero, se preguntó el Papa, "¿es verdad que para ser felices nos tenemos que contentar con pequeñas alegrías fugaces y momentáneas que, una vez pasadas, dejan amargura en el corazón? Queridos jóvenes, esta no es la verdadera libertad, la felicidad no se alcanza así. Cada uno de nosotros está creado no para tomar decisiones provisionales y revocables, sino definitivas e irrevocables que den pleno sentido a la existencia. Lo vemos en nuestra vida: querríamos que cada experiencia bella, que nos colma de felicidad, no acabase jamás. Dios nos creó teniendo en cuenta el "para siempre" y puso en nuestro corazón la semilla de una vida que realice algo bueno y grande".
"En el diálogo con el joven que poseía muchas riquezas, Jesús indica cual es la riqueza más grande de la vida: el amor; amar a Dios y a los demás con todo nuestro ser. No hay nada más grande para el ser humano, que es mortal y limitado, que participar en la vida de amor de Dios. Hoy vivimos en un contexto cultural que no favorece las relaciones humanas profundas y desinteresadas; al contrario, lleva a menudo al individualismo, a encerrarse en uno mismo. Pero el corazón de los jóvenes es, por naturaleza, sensible al amor verdadero. Por eso me dirijo a ustedes con gran confianza y les digo: ¡No es fácil convertir la vida en algo hermoso y grande, cuesta trabajo, pero con Cristo todo es posible!".
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